River conseguía el pasaje a la final después de guapear en Porto Alegre. El primer partido fue en el Monumental con resultado adverso. Uno a cero abajo, con gol de Michel para los «Gauchos». Esa semana los medios daban casi por terminada la serie. Al Millonario, históricamente le costaba en Brasil, pero en el banco estaba él: Marcelo, el «muñeco» Gallardo, ese que cambió el rumbo y la historia del club que lo vio nacer y que ya conocía la gloria de «América». Gallardo se había consagrado Campeón en el ’96, contra América de Cali, con Ramón como DT y con el «príncipe», Enzo Francéscoli como compañero.
El partido de vuelta no empezó como esperaban las «gallinas». Gol de Gremio a los 36 minutos del primer tiempo. Una vez más, parecía que la ilusión se escapaba, pero River en el complemento fué, fué, fué y lo empató. Santos Borré, el colombiano, le daba otra vida a su equipo, faltando ocho minutos para el final. River tenía que hacer un gol más, dado que en ese certamen el gol de visitante «valía doble». Tiempo cumplido y penal para River en Porto Alegre. Gonzalo Martínez, el «Pity», marcó el dos a uno.
Borré, el colombiano, le daba otra vida a su equipo, faltando ocho minutos para el final. River tenía que hacer un gol más, dado que en ese certamen el gol de visitante «valía doble». Tiempo cumplido y penal para River en Porto Alegre. Gonzalo Martínez, el «Pity», marcó el dos a uno.
Los de Núñez volvían a una final de Libertadores después de 12 años.
Por su parte, Boca le había ganado a Palmeiras dos a cero en «la Bombomera» y en Brasil había conseguido un empate.
El «superclásico» llegaba a la final de la Copa. Gloria o tristeza eterna. Era el partido que había que ganar. Ningún hincha se imaginaba una derrota. ¿Cómo seguir después de eso?, se preguntaban entre amigos de uno y otro equipo por aquellos tiempos.
Noviembre era el mes que quedaría marcado a fuego. Empezaban las finales.
En el primer partido Boca fue local. La gente no decepcionó. Llenó el estadio, no entraba un alma y el aliento era ensordecedor.
Cuando el reloj marcaba treinta y cuatro minutos del primer tiempo, Ramón «Wanchope» Abila, abrió el marcador. El «Xeneize» se ponía en ventaja y el «dale boo, dale boo…» bajaba desde las tribunas. Hubo abrazos y llantos de felicidad, pero cocodrilo que se duerme es cartera. River sacó del medio y el «Oso» Pratto empató. Silencio total en la Boca. Nadie podía creerlo. En 40 segundos todo cambió, sin embargo Boca no se cayó y Benedetto, sobre el final del primer tiempo puso el 2 a 1. El segundo tiempo fue de ida y de vuelta, hubo chances para los dos equipos. Izquierdoz en contra, a los 61 minutos del complemento, le regaló el empate al «millonario». Telón para el partido de ida.
La vuelta tenía un final más que abierto. Estaba para cualquiera. Se había programado para el 24 de noviembre de 2018, pero fue suspendida por violentos incidentes y actos de vandalismo, por parte de un grupo pequeño de hinchas riverplatenses.
Boca no sentía seguridad para jugar el partido en terreno visitante y llegó la solución «mágica».
La CONMEBOL eligió a Madrid como sede por la excepcionalidad de la situación, las garantías de seguridad que ofrecía la ciudad y el Estado español, la neutralidad del campo de juego, la capacidad y calidad de la infraestructura deportiva y la cancha, la existencia de amplias facilidades logísticas, de alojamiento y de transporte público, la existencia de una rica tradición futbolística, enmarcada dentro de una cultura de fair play y antecedentes de comportamientos afines a los valores deportivos y a los principios de la no violencia y también por la radicación en España de una comunidad argentina de más de 250.000 personas, la más grande en el exterior.
La batalla más épica de la historia del futbol argentino se trasladaba a Europa. Una final sin precedentes en una de las canchas más importantes del planeta, el Santiago Bernabeu.
Volaron aviones de línea repletos, miles de charters de todo el mundo se dirigían a Madrid.
El universo del fútbol estaba paralizado. La fecha elegida fue el 9 de diciembre y desde ese día nada sería igual. Ningún partido podría comparársele, ningún título, absolutamente nada.
River salió con Armani, Casco, Pinola, Maidana, Montiel, Ponzio, Palacios, Enzo Pérez, Nacho Fernández, Pity Martínez y Pratto.
El equipo de Barros Schelloto formó con Andrada, Olaza, Magallán, Izquierdoz, Buffarini, Pablo Pérez, Nandez, Barrios, Pavón, Villa y Benedetto.
Boca se puso en ventaja con un gol de Darío Benedetto, sobre el cierre del primer tiempo y su festejo se volvió meme. Cara burlona frente a Montiel y los de la rivera acariciaban el título, ya saboreaban la gloria.
Cuando arrancó el segundo tiempo River quería empatar, pero Boca amenazaba con liquidarlo de contra. A los 68 minutos el #ModoOso se hizo presente otra vez, como allá en la Boca, Lucas Pratto empataba el partido. Uno a uno y a tiempo suplementario.
Juanfer Quintero, tras un zapatazo puso el 2-1. Corría el minuto 109 y fue un gol que quedará grabado en la retina de todo River. La tan ansiada copa estaba cada vez más cerca. El partido se terminaba, los Millonarios iban a ser campeones. Última jugada de complemento y el arquero de Boca fue a buscar el milagro. En el minuto 120 del alargue se escuchó el relato de Mariano Closs, que quedará grabado para siempre: «Atención que va el córner, va, se adelanta Pavón, se cierra Armani, el taco, no hace la personal y ahí se va, se va, se viene Martínez para el gol y va el tercero y va el tercero y va el tercero. Y gol de River. Gooooool…”
El tipo lo esperó, lo había esperado toda su vida. Lo vivió y fue feliz. El partido que había que ganar, esa final frente al mundo fue de River y el 9 de diciembre quedará por siempre grabado en la memoria de los hinchas del club millonario. También en la memoria de los hinchas de Boca.
Fuente: El Argentino Diario