Del pecho al plato: ¿cómo introducir alimentos en la dieta de un bebé?

Los pediatras de todo el mundo recomiendan que la lactancia materna sea el método de alimentación exclusiva por lo menos hasta el sexto mes de vida. Desde ese momento y hasta, más o menos, los dos años puede comenzar a compaginarse la leche con alimentos sólidos que se han de introducir poco a poco en la dieta del bebé.
Este proceso de ofrecerle distintas comidas al niño se conoce con el nombre de alimentación complementaria, que puede ser guiada por el niño –como el método Baby-Led Weaning–, o por sus padres –plato y cuchara, de toda la vida–.
El algo sucio pero efectivo, y tan de moda, método BLW consiste en que los padres ofrezcan la comida, preferiblemente cortada en forma de bastón para evitar atragantamientos, para que el niño pueda descubrir los alimentos con todos sus sentidos.
Sea así o con purés, los expertos recomiendan que el momento de dárselo no llegue antes de las veinticuatro semanas de vida porque es cuando el crecimiento y desarrollo neuronal del niño lo requiere, aunque, en realidad, su sistema renal, gastrointestinal e inmunológico lleva madurado desde los cuatro meses para digerir y absorber los alimentos.

Ni sal ni azúcar

De alargarse la lactancia exclusiva más allá de los seis y meses y medio se corre el peligro de que el niño desarrolle problemas nutricionales, como déficit de hierro y zinc, o distintas alergias e intolerancias alimentarias. En este sentido, tampoco debe iniciarse al niño en la alimentación sólida antes de los cuatro meses, por la posibilidad de atragantamiento, infecciones o la sustitución de las tomas de leche por otros alimentos menos nutritivos para las necesidades de ese momento de su desarrollo.
Aunque no hay elaborada ninguna lista que ordene cómo han de ser introducidas las comidas, si en algo están de acuerdo los pediatras es que este ha de ser un proceso gradual. Lo más recomendado es empezar por pequeñas porciones que vayan aumentando a medida que el niño crece y a las que no hay que añadir ni sal, ni azúcar, ni edulcorantes. Así, el bebé se acostumbrará a los sabores naturales.

ALIMENTOS COMPLEMENTARIOS A LA LACTANCIA

  • Comidas alergénicas potenciales (huevo, pescado, algunas frutas): hay estudios que apuntan que introducirlos desde edades tempranas puede disminuir la posterior aparición de la alergia.
  • Gluten: no hay ninguna manera concreta de comenzar a ingerir gluten que parezca disminuir la incidencia de celiaquía.
  • Frutas y verduras: se pueden ofrecer en cualquier comida y variando la presentación (triturada, en pequeños trozos…). La única excepción son las de hoja verde, como las acelgas o las espinacas, que no deben ingerirse en el primer año de vida. Pueden ser causa de un trastorno sanguíneo llamado metahemoglobinemia.
  • Cereales: las harinas integrales habrían de ser preferentes. Es mejor evitar los cereales que contengan miel o azúcares añadidos.
  • Proteínas: carnes rojas, pescados , mariscos, pollo, huevos, legumbres.
  • Lácteos: si el bebé hace cuatro tomas al día, no sería necesario ningún otro producto lácteo. Desde los nueve meses se pueden incluir en su dieta también yogur natural o queso y, a partir del año, leche de vaca entera.

Primero el pecho y luego lo demás

Los pediatras recomiendan que a la hora de la comida, la madre ofrezca primero el pecho y una vez terminada la toma, se le den el resto de alimentos que complementan la leche.
Algunas de las señales de que un niño está preparado para comenzar a descubrir algunos alimentos son, por ejemplo, que presente un interés activo por la comida, que ya no tiene el relejo de extrusión –expulsar los alimentos que no son sólidos empujándolos con la lengua–, es capaz de coger el alimento con la mano y llevarla a la boda y puede mantenerse sentado y erguido, aunque sea con apoyo.
No obstante, hay ciertos alimentos que entrañan un riesgo para la salud del niño y la ciencia ha ido desvelando a lo largo de los años cuáles son. No hay que darle miel a un niño no solo por no distorsionarle el sabor de la comida, sino porque si la ingiere antes del año puede desarrollar botulismo, una enfermedad causada por una toxina que afecta a los nervios del cuerpo. Algunos pescados grandes, como el atún rojo, el emperador y el lucio, contienen una excesiva dosis de mercurio para niños menores de tres años y embarazadas.
El riesgo de atragantamiento es otro de los puntos a tener en cuenta al elegir qué alimento se le va a dar a un niño o no. En este sentido, es mejor evitar los frutos secos enteros, los caramelos duros, las palomitas, las uvas enteras o las salchichas tipo Frankfurt cortadas en rodajas, que además son un alimento con un perfil nutricional muy bajo.

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